La IA, la Vida Humana y la salud humana, un Enfoque Ético desde la Biopolítica, más allá de los Datos y una Perspectiva

Luis Carlos Quintero Malo M.D. Médico Especialista y Magister en Bioética – Miembro de AIpocrates

Como afirma el profesor Carlos Maldonado: «La bioética no es solo una ética aplicada; se ocupa de la vida en todo su contexto, no solo de lo humano. Transita hacia la política por su implicación colectiva, llevándola a la biopolítica. Las políticas de salud y medio ambiente, que tienen un alcance amplio, no son acciones individuales sino sociales y colectivas. Por lo tanto, la biopolítica es un asunto que compete a todas las políticas de corto, mediano y largo plazo que afectan a todo tipo de vida».

Como bioeticista, en múltiples ocasiones reflexiono, ya sea en la soledad de mis propias cavilaciones o en el vaivén de argumentaciones y contraargumentaciones sobre diversos dilemas en foros o grupos de discusión. Usualmente se llega a un punto común de reflexión: ¿cuál es la prioridad, lo individual o lo colectivo?

Al analizar este asunto desde la perspectiva biopolítica de la inteligencia artificial, lo ideal es abordar el problema no solo desde su esencia, sino también desde cómo lo entendemos, lo comprendemos e incluso cómo lo interpretamos.

Al referirnos a «la perspectiva biopolítica de la inteligencia artificial», nos enfocamos en cómo las tecnologías de IA influyen en la regulación, el control y la gestión de la vida humana, tanto a nivel individual como colectivo. Este enfoque examina las implicaciones éticas y políticas de la IA en relación con la vida humana y el ejercicio del poder. Se analizan los efectos de la IA en áreas como la salud, la seguridad, la gobernanza, el comportamiento social y la economía. También se considera cómo estas tecnologías pueden ser utilizadas para ejercer poder sobre los cuerpos y las poblaciones, regulando el acceso a recursos, las decisiones sobre el bienestar y las dinámicas de inclusión o exclusión social.

Desde una perspectiva biopolítica, ya sea enfocada en lo individual o en lo colectivo, es importante considerar cinco elementos clave:

1. Desde Kant, podemos evaluar que lo universal se manifiesta en lo particular, lo que nos permite abordar la problemática como un círculo donde encontramos aspectos comunes entre lo propio y lo ajeno.

2. En cuanto a la Antigua Grecia, es relevante determinar si el enfoque será desde las ciencias humanas o las ciencias naturales, entendiendo a estas últimas como ciencias exactas.

3. El análisis se centrará en la práctica, priorizando su utilidad.

4. La teoría no estará limitada exclusivamente a la práctica, aunque será fundamental adoptar una perspectiva pragmática y utilitarista para determinar su aplicación y propósito.

5. La política actuará como un mediador clave, orientando tanto el proceso de reflexión como el de ejecución.

Por esa razón, consideremos la política desde una perspectiva de dignidad. Validémosla como un medio digno orientado al servicio, no solo de la vida humana, sino de todas las formas de vida en el planeta y del contexto global.

Ya en los años 30, Paul Valéry habló de la «política del espíritu», donde la política tenía un alma, una esencia y una razón de ser. Sin embargo, esta política debe ser el resultado de un proceso de análisis que hoy debe nutrirse tanto de las ciencias naturales como de las ciencias sociales.

Nos enfrentamos a un desafío interesante: si queremos anticiparnos al futuro, proyectar nuestro presente y entender diversas relaciones e interacciones sutiles a corto y largo plazo, necesitamos crear conexiones en diferentes niveles. Estas conexiones nos permitirán tomar decisiones y acciones lo más precisas posible, considerando incluso lo improbable y lo que parece solo posible, para predecir un futuro más exacto.

Las ciencias exactas serán un gran apoyo en este proceso, y hoy en día la inteligencia artificial nos proporciona esa información. A diferencia de siglos anteriores, la filosofía no se está quedando rezagada; está avanzando al mismo ritmo que la evolución científica. Esto es resultado no solo de una mayor capacidad de análisis, sino también de la investigación y desarrollo que integran elementos sociales, culturales, políticos, económicos y más.

Con un enfoque más dirigido hacia la inteligencia artificial, podemos afirmar que la filosofía y la ciencia ya no son opuestas, sino complementarias. Este avance es resultado de un diálogo entre el mundo social y político, comprometido con la verdad y la objetividad, y asociado a la necesidad de eliminar elementos como la astucia, la malicia y la manipulación técnica específica. Esto permitirá que filosofía y ciencia no solo avancen al mismo ritmo, sino que interactúen entre sí, facilitando que la IA sea utilizada a nivel individual en múltiples actividades. Por ejemplo:

1. Monitoreo de la salud personal: La IA puede utilizar dispositivos móviles para realizar seguimiento en tiempo real y generar alertas sobre problemas de salud específicos.

2. Gestión de enfermedades crónicas: Mediante algoritmos inteligentes, la IA puede ayudar en la prevención de complicaciones y en el seguimiento personalizado de pacientes.

3. Promoción de hábitos de vida saludables: La IA puede emitir recomendaciones personalizadas para fomentar estilos de vida más sanos.

4. Apoyo a la salud mental: Desarrollo de herramientas y recursos basados en IA que asisten a las personas en situaciones específicas y puntuales.

Sin embargo, la decisión y la dirección no son individuales, sino colectivas. Estos procesos colectivos avanzan y seguirán avanzando, pero no de manera tan ciega como antes. Hoy contamos con el respaldo de investigaciones y aportes que permiten realizar ajustes más precisos, sustentados en elementos conceptuales y filosóficos como los derechos humanos y la bioética. Estos fundamentos nos brindan una conciencia emergente y vigilante sobre todos estos avances científicos, lo cual será decisivo en la configuración de nuestro futuro.

Por esta razón, se proponen tres ámbitos de gestión:

1. Iniciativas gubernamentales: El Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (MinTIC) ha asignado un presupuesto de 9.400 millones de pesos para impulsar la IA.

2. Sector privado: Según una evaluación de Microsoft, el 82% de las empresas planean incrementar su presupuesto destinado a la IA en los próximos dos años, especialmente en sectores como salud, comercio y finanzas.

3. Organismos de control: Se busca aumentar el presupuesto para la adopción de tecnología de IA que agilice los procesos de control fiscal.

Sin embargo, como plantea el filósofo Hans Jonas, también podríamos optar por no atrevernos a nada y no hacer nada.

Ahora, podemos entender el concepto de colectividad desde diferentes perspectivas. Por eso, te invito a considerar tres significados:

1. Fatalidad o providencialismo: Es la idea de que una voluntad divina determina lo que va a suceder. Esta perspectiva es la más peligrosa y menos útil, ya que nos deja sin control sobre nuestro futuro.

2. Inevitabilidad: Aquí entendemos que ciertos eventos ocurrirán, pero no sabemos cuándo. Lo incierto es el momento, no el evento en sí.

3. Imprevisibilidad: Se refiere a fenómenos que pueden o no suceder y que son difíciles de predecir (casos fortuitos).

Estos conceptos están relacionados con un elemento clave: el tiempo. La información que obtenemos es irreversible; no podemos retroceder, pero sí podemos ajustar nuestro camino basándonos en nueva información.

Por eso, la inteligencia artificial (IA) tiene una utilidad colectiva muy importante. Algunos ejemplos son:

1. Mejora de la salud pública: Al analizar grandes conjuntos de datos, la IA puede identificar tendencias y patrones que ayudan en la toma de decisiones, desarrollando estrategias para prevenir enfermedades y promoviendo factores que benefician la salud de todos.

2. Personalización de la atención médica: La IA permite adaptar tratamientos no solo para individuos, sino también para grupos específicos con necesidades similares.

3. Gestión de recursos sanitarios: Optimiza el uso de recursos de salud según las necesidades y tendencias de cada comunidad.

4. Enfrentar enfermedades infecciosas: Ayuda a rastrear factores y condiciones que permiten desarrollar estrategias de prevención, control y predicción de brotes.

Sin embargo, existen temores colectivos que pueden influir en la aceptación de la IA:

1. Privacidad de la información: Preocupación por cómo se maneja y protege la información personal de individuos y grupos.

2. Discriminación: Riesgo de que la información se use para marginar a ciertas comunidades o individuos, limitando su autonomía y tomando decisiones influidas por factores externos.

3. Consentimiento informado: Dudas sobre si las personas están realmente informadas y si su consentimiento es genuino o si la información puede ser malinterpretada.

4. Responsabilidad en las decisiones: Incertidumbre sobre quién es responsable por las decisiones tomadas por la IA y las consecuencias que estas puedan tener.

Pero en realidad, estos desafíos no deben generar miedo. Son retos que podemos abordar trabajando juntos desde diferentes disciplinas.

En este sentido, estamos pasando de una ética centrada en la vida individual a una política de la vida que se preocupa por el bienestar general. Las decisiones no solo afectan al colectivo, sino que también pueden adaptarse a nivel individual, y desde lo individual podemos contribuir al bienestar colectivo. Esto se logra a través de cinco elementos clave:

1. Normalidad económica: Mantener la estabilidad y el bienestar económico de la sociedad.

2. Normalidad jurídica: Garantizar que las leyes y los derechos se cumplan y protejan a todos.

3. Normalidad social: Fomentar la cohesión y armonía dentro de la comunidad.

4. Gobernabilidad: Asegurar un gobierno efectivo y responsable que represente los intereses de todos.

5. Legitimidad de todos los procesos: Garantizar que las acciones y decisiones sean justas, transparentes y aceptadas por la sociedad.

Al comprender estos conceptos de manera sencilla, podemos aprovechar al máximo los beneficios de la IA para el bien común, enfrentando los desafíos con conocimiento y colaboración.

La bioética, la inteligencia artificial y la política están interrelacionadas porque las tres se enfocan en cómo las decisiones y acciones, especialmente las relacionadas con nuevas tecnologías como la IA, afectan la vida y el bienestar de las personas y las comunidades. Entonces, la política es la herramienta que garantiza que los cambios tecnológicos que afectan a todos—como la inteligencia artificial y otras innovaciones que se difunden ampliamente—respeten los derechos individuales y beneficien a las comunidades. Esto se logra aplicando las ciencias sociales basadas en los derechos humanos y utilizando conocimientos científicos de diversas disciplinas, incluida la IA. De esta manera, se permite un desarrollo tecnológico que, mediante el uso responsable de la inteligencia artificial, favorece a cada miembro de la comunidad.

Bibliografía

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